Mi niña

Definitivamente tu partida dolió menos. Sufrí menos. Lloré menos. Pero curiosamente tu partida es la sensación más dulce y profunda que experimente hasta ahora. Te fuiste durmiendo en mis brazos, luego en la mesa donde una vez robaste un bocado de mi tallarín con pollo y no dejaste rastros de tu pillería, esa mesa donde varias veces te puse y te sentabas para que te tomen fotos.

Tu partida fue programada. Dicen que es un gesto de amor que uno da cuando considera la eutanasia. No lo creo del todo. Puede ser un gesto de amor el no pretender extender la vida de un ser amado por simple egoísmo de nuestra parte o por el hecho de no ser capaces de poder soportar su ausencia, pero como en otros casos, fue mi decisión, no la tuya. Dicen que tú estarías de acuerdo con lo que pasó, dicen. Pero no me consta. Y ese, ese es el verdadero sufrimiento que enfrento ahora.

No partiste como tu hermana Malú, no fue tan dramático, fue más tranquilo. Pero igual, tu ausencia es diferente. Fueron casi 15 años con nosotros, conmigo. Nunca olvidaré como tú solita subiste las escaleras, con apenas ni 2 meses de edad, con miedo porque se que te asustaba subir escaleras, y me buscaste en mi cuarto. Tampoco olvidaré como te subías a mi pecho cuando en la mañana te decía “buenos días, buenos días” y me besabas como sólo tú sabías hacerlo. El día que partiste estuviste durmiendo en mi pecho. No es justo. Es duro sobrevivir a los hijos. Te amo Mishka, de verdad que te amo mucho corazón mío.